martes, 3 de abril de 2012

Historia

Como se ha dicho comúnmente que la prostitución es la más antigua de las profesiones; sin embargo, no se le ha encontrado entre los pueblos etnológicamente más antiguos. Tuvo origen y se desarrolló en la forma típica comercializada sólo en civilizaciones avanzadas y a la vez más complejas a nivel social y moral.

- La prostitución sagrada. En los pueblos del Oriente cercano y de la cuenca del Mediterráneo, en algunas regiones de la India, donde las prostitutas, llamadas deva-dasis (siervas y esclavas de los dioses), eran cantoras y bailarinas y disfrutaban de particular instrucción. Las meretrices de culto, consideradas como mujeres sagradas, atestaban los patios de los templos y eran consideradas como transmisoras de las virtudes fecundativas. Su presentación revestía carácter de un acto social piadoso, en el cual las relaciones sexuales colectivas eran legítimas como cumplimiento de un ritual sagrado. En los templos, como en Babilonia, no faltaban los prostitutos varones. También en Palestina, y en Siria la prostitución era de carácter religioso, y éste es el motivo de la severa condenación de esta práctica, designada como "fornicación con los dioses extranjeros", y en el Pentateuco y en los profetas. Sin embargo, la condición de prostituta no se consideraba infamante entre los hebreos.


- La prostitución profana. O prostitución indiscriminada y comercializada, florece muy pronto junto a la sagrada, pero se distingue de ella por una diversa mentalidad. En la prostitución sagrada la sexualidad se entiende como valor que se ejerce en dependencia de la divinidad, y el lucro derivado de las prestaciones va a beneficio sobre todo del templo; en la prostitución profana prevalece el uso arbitrario del cuerpo y el interés comercial, como ocurre hoy.
Probablemente se remontan a Solón (hacia el 600 a.C.), en Grecia, las primeras reglamentaciones de las casas comerciales de prostitución, llamadas "dicteria" o "burdeles", algunas particularmente lujosas para clientes de las clases sociales más elevadas, y otras más económicas para una clientela menos acomodada.
La prostitución profana, tanto femenina como masculina, se estructuraba según una jerarquía. La categoría más elevada de las prostitutas entre los griegos era la de las iheteras, dotadas de notables cualidades físicas y culturales, que gozaban de particular influencia en hombres políticos.
En Roma inicialmente las prostitutas pertenecían a la clase más baja. Después de la segunda guerra púnica (218-201 a.C.) comenzaron a difundirse las cortesanas, que eran llamadas meretrices (las que ganaban). Al numeroso grupo de las meretrices pertenecían cantadoras, tocadoras, mimas y bailarinas. La cultura romana consideraba útil su presencia para satisfacer el desahogo sexual y por la tasa especial debida al fisco; pero, a diferencia de la mentalidad griega, la prestación de las prostitutas era considerada infame; por eso no podían adornarse con los indumentos reservados a matronas y tenían que vestir una túnica corta de color oscuro.
Después del advenimiento del cristianismo algunos emperadores, sobre todo Teodosio (347-395) y Justiniano (482-565), dictaron leyes severas contra los explotadores de la prostitución, los proxenetas, que habían llegado a prostituir a niñas de menos de diez años de edad. Pero las prescripciones no tuvieron los efectos esperados.
En la Edad Media la historia de la prostitución es una sucesión de tentativas de represión y de reglamentación. En su mayoría, la concesión de los "burdeles" era tolerada y se regulaba por sanciones fiscales, que provocaban codiciadas ganancias. Toda reunión numerosa, como las ferias y los mercados, veía acudir legiones de meretrices; las mujeres públicas acompañaban a los ejércitos.
En el renacimiento se difundieron las cortesanas llamadas así porque vivían junto a las cortes, que repetían el fenómeno de las heteras griegas, exaltadas y cantadas por los literatos.
Desde el Siglo XVI las autoridades comenzaron a preocuparse por la difusión de las enfermedades venéreas, por lo cual se prescribía a las prostitutas visitas sanitarias periódicas, que se acentuaron en los siglos siguientes.
La reforma protestante y la contrarreforma difundieron una mentalidad más severa contra la prostitución; muchos burdeles fueron cerrados, aunque la prostitución no fue legalmente suprimida.

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